REENCUENTRO
Sus ojos azul cielo se asomaban
tímidos y pensativos sobre el filo de la taza de café que, poco a poco, se iban
consumiendo mientras el vaho acariciaba lentamente sus párpados y el humo del cigarro,
marcado con el carmín rojo que ya llevaba desgastado, jugaba a hacer sombras
bajo la única lámpara que alumbraba el salón.
Aunque fuera de noche, podría
saberse perfectamente que las nubes tapaban las estrellas. Las ventanas
anunciaban que hoy no era el día más indicado para salir, ya que los tremendos
azotes de la lluvia contra éstas avecinaban una noche un tanto desagradable.
Bajo este musical nocturno, se encontraba Ana,
que estaba sumergida en lo que le había pasado esa misma tarde:
<<Las ocho y media y Ana
llega tarde, como de costumbre. Como vaya a ese ritmo, va a perderse la final
de la Champions entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid. Aunque ella no
sea muy aficionada al fútbol, le gustaba pasar un buen rato con sus amigos.
A pesar de que se está acercando
la noche, el sol tiene un color precioso anaranjado y ya el calor se va apoderando
de las calles. ¡Cómo le gusta que se vaya acercando el verano!
El bar donde había quedado, sólo
está a la vuelta de la esquina y, por una vez, Ana va a llegar temprano.
Mientras camina escuchando a los
pájaros cantar, nota cómo un viento se va levantando lentamente, sustituyendo
al calor de la tarde.
Girando la esquina donde se
encontraría el bar, se choca con una mirada que se clava en la suya.
Ana está boquiabierta porque no
podía creerse que, después de tres años, él había vuelto a la ciudad.
Ana sigue pensando que podría
haberle dado una explicación de su ida, en aquella lluviosa tarde de noviembre.
Dos besos muy secos y un “te veo
muy bien.”
Ana no sabe qué decir, por lo que
sólo hace escucharlo. A ella ya le daba igual llegar tarde o llegar temprano al
partido. No era consciente de todo lo que lo echaba de menos hasta que él dijo
que si le apetecía quedar a la mañana siguiente para contarle el porqué de su
regreso mientras tomaban café y así poder recuperar el tiempo perdido.
De nuevo, dos besos muy secos y
un “no llegues tarde, Ana, que nos conocemos.”
Una sonrisa de añoranza y un
pensamiento mutuo: “Si es que no ha cambiado nada”>>
Y ahora, en la oscura soledad de
la noche, jugaba triste con su mirada, que irrumpe en sus recuerdos.
¿Qué iba a hacer con él? No podía
permitir que le dejara otra vez con el mismo dolor pero, ¿y si es verdad que
había cambiado?
No dejaba de dar vueltas y
recordar la cara de su padre cuando se lo encontró en aquella esquina.
Finalmente, decidió que la
almohada, que había aguantado tantas lágrimas, decidiría por ella.
Rocío Guerrero Martínez 1º Bachillerato
No hay comentarios:
Publicar un comentario